domingo, 30 de enero de 2011

El cuento aburrido

Había una vez un país mágico en el que vivían hadas, duendes y mil seres fantásticos de bellos colores y bellas formas que...

- Ese es un empiece de cuento aburrido ¿no hay ogros?
- No, no hay ogros.
- Entonces no me gusta el cuento, empieza otro.

- Había una vez un bosque enorme lleno de animalitos que vivían felices...
- Buah, ese ya me le sé. y luego se incendia el bosque y todos tienen que huir y buscarse una nueva casa. Buf, muy aburrido, otro más.

Había una vez un lindo gorrión que vivía en un nido construido en lo alto de un árbol.
- Vaya, ja, ja, otro cuento de pájaros... ¿es qué no te sabes alguno que sea más emocionante?, eso es algo tremendamente aburrrido, ¿no te sabes alguno más movidito?

- Hummm, veamos, déjame que piense... ah ya lo tengo...

- Había una vez un niño que no creía en los cuentos... ¿sigo?
- Eh, sí, la verdad es que ese no sé cual es, sigue, sigue.
- Pues como digo, había una vez un niño que no creía en los cuentos. Su mamá intentaba siempre dormirle leyéndole alguna historia fanstástica pero él siempre la interrumpía, no la dejaba terminar pues se sabía casi todas las historia, al ser un niño que no creía en los cuentos, se los había leído todos y como cada uno de ellos tenía una parte que podía ser vivida como real pues ninguno le parecía hermoso, todos le aburrían...
- Je, lo entiendo, me hago cargo, - interrumpió el niño, - sé cómo puede sentirse ese niño.
- No interrumpas que sigo...

Pero de repente sonó el timbre de la puerta y la mamá interrumpió su cuento para ir a abrir. Era un vendedor de libros.

-Buenas, traigo los últimos ejemplares de unos fantásticos cuentos que van a gustarle mucho a su pequeño, - dijo el vendedor dirigiéndose al niño que con la curiosidad había bajado a la puerta y estaba en ese momento agarrado a las faldas de su madre.

- ¿Van a gustarme, seguro?, - interrogó el niño frunciendo el ceño en tono de desconfianza.
- Uy, si, seguro, ¿quieres uno?.
- Bueno, - dijo el pequeño.

El vendedor sacó un pequeño libro que parecía tener muy poquitas hojas y se lo dio al niño. Mientras el pequeño lo tomaba entre sus manos la mamá pagó el precio que marcaba. El niño al abrirlo se quedó asombrado pues en sus hojas no había escrito... ¡nada!

- Oye que aquí no hay nada escrito, ¿me estás tomando el pelo?, - le dijo el pequeño al vendedor.
- No, ¡qué va!, como digo son libros especiales, verás son libros que se van escribiendo ellos solos a medida que van pasando los días.

La madre miró con enfado al vendedor tratando de advertir si se trataba de una broma pero el niño creyendo en sus palabras con emoción le preguntó:

- ¿Cómo? ¿cómo se escribe?
- Cuando llegue la noche tú, vuelve a abrir el libro y verás escrita la primera hoja.

Ante la imposibilidad de que el niño devolviera el libro la madre le cerró la puerta al vendedor un poco mosqueada pero sin decirle ya nada más, pues el niño para entonces ya había subido a su cuarto con el libro. Se sentó en la cama y esperó y esperó y esperó hasta que se hiciera de noche...

Llegando la noche el niño andaba ya muy impaciente pues quería ver rápidamente si lo que aquel vendedor decía era así. Después de cenar cuando llegó la hora de acostarse, con manitas temblorosas abrió su libro y cual no sería sorpresa al ver que en letras muy grandes en la primera hoja estaba escrita la palabra "aburrido". El niño se quedó pensativo.


Por un lado era mágica la forma en que se había escrito esa palabra pero por otro ¿cómo un cuento iba a empezar por la palabra aburrido? eso no tenía mucho sentido, más bien parecía un insulto que un empiece. Pero puesto que se había quedado prendado de cómo se había escrito mágicamente aquella palabra decidió esperar al día siguiente a ver qué era lo que se escribía de nuevo en aquel libro.

Así, al llegar la noche siguiente el niño abrió el libro por la segunda hoja. Su cara se quedó sorprendida, en letras más grandes aún que en la primera hoja estaban las palabras "muy aburrido". - Esto es increible, - se dijo el niño un poco molesto, este libro se escribe solo pero no escribe un cuento, solo pone palabras y parece que las repite ¿qué querrá decirme?

Curioso como era se dijo: - esperaré a mañana y si en el libro no aparece algo que yo entienda buscaré a ese vendedor y le pediré explicaciones, esto ya no me está gustando nada.

A la noche siguiente en la tercera hoja aparecieron unas palabras más grandes aún: "tremendamente aburrido".

- ¡Bueno, ya está bien!, se enfadó el niño, este libro no escribe un cuento, solo parece que me insulta,¡ esto es inaudito! mañana mismo voy a por ese vendedor a decirle cuatro cosas.

Al día siguiente el niño se vistió a toda prisa y se fue en busca del vendedor al que recordaba haber visto en la pequeña plaza de su pueblo como vendedor ambulante, - me va a oir, - se decía cada vez más enojado.

Al llegar a la plaza al fondo divisó a aquel señor que le había dado el libro. Al llegar hasta él le dijo sin opción ni que le saludarae si quiera: - este libro es un fraude, ¡es un fraude!

- ¿Porqué? - le preguntó el vendedor con mucha tranquilidad.
- He hecho como me dijiste pero cada día que pasa cuando voy por la noche a mirar solo está escrita la palabra aburrido, y al día siguiente, ¡mira!, - dijo el niño mostrandole al vendedor su libro por la segunda hoja, - ¿lo ves? pone muy aburrido... y ¡mira la tercera hoja! en ella pone tremendamente aburrrido. ¡Devuélvele el dinero a mi mamá!, ¡eres un mentiroso! - dijo el niño haciendo pucheros.
- No, - le dijo el vendedor muy firme, - yo te dije que ese libro se escribía solo y eso es cierto, así que yo he cumplido... yo no te he mentido.

Tras un breve silencio el vendedor miró con más tranquilidad al pequeño y le dijo observando el libro:
- bueno, tal vez este ejemplar sea de los que escriben cuentos con verdades, tal vez sea solamente que eres aburrido y no sabe qué más escribir, ¿no te parece?.

El niño se quedó de piedra al escuchar a ese hombre y mirando el libro como embobado lo fue cerrando lentamente un poco avergonzando.

- Trata de tener un día más completo, haz más cosas, tal vez el libro se anime y escriba algo que te agrade más, - le aconsejó el viejo sin darle mayor importancia al hecho y proseguiendo con su venta.

El niño que ya no sabía qué más decir, giró sobre sus pasos y se marchó con la cabeza baja y muy pensativo. Al llegar a su casa posó el libro con tristeza. - ¿Qué te pasa? - le dijo su hermanito al verlo con el semblante tan abatido.
- Nada, es este libro que me dice que soy aburrido, protestó el niño.

El hermano se echó a reir.

- Pero qué dices... ¿un libro que te llama aburrido?.
- Sí, le dijo el niño, mira lo que me ha pasado.

Entonces el niño comenzó a contarle a su hermano todo la historia que había vivido, lo del vendedor, como pasó esos tres días pendiente de lo que se escribía en ese libro mágico, las plabras que se iban escribiendo cada día...

El hermano escuchándole atentamente cada vez abría más y más la boca con admiración, hasta que al final dijo: - ohhhh, ¡acabas de contarme una aventura apasionante!, ¡qué tonto eres! y ¿tú pensando que eres aburrrido???

Aquella noche al volver a abrir el libro por la cuarta hoja... en aquel libro... ¡¡había escritas muchas palabras!!! estaba escrita una historia... que comenzaba así:

Había una vez un niño al que no le gustaban los cuentos... hasta que un buen día un cuento se atrevió a llamarle...

¡aburrrido!.

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La gran magia de un cuento no son las palabras que contiene... ni la historia escrita, la gran magia de un cuento es la persona que lo lee, el mundo desde el que lo lee, lo que se guarda para sus adentros, lo que le transmite.

Tan solo con esas sensaciones puras se puede escribir un cuento.
Entre las palabras escritas y los silencios leidos está la magia de un cuento.
Y los cuentos están para ser contados.